16 sept 2012

Simple y decisivo

Determinar el panorama previo a este partido fue sencillo. El Barça, tras parón, presentaba un equipo sin Alexis, Iniesta y Jordi Alba. El grado de determinación se veía reducido. El Getafe, reconfortado creo, presentó a un once coherente y con las ganas de contrarrestar, aunque esta vez, con la amenaza de Messi en el banco. Sus cambios de ritmo fueron un caos, facilitó el gol de Adriano, y restó oxígeno para la llegada del argentino.

Tito Vilanova presentaba un esquema con doble pivote, siendo usual ya a estas alturas: Xavi y Busquets a primera impresión. Con el transcurrir de los minutos, Thiago se sumó a la base pasando Xavi arriba, por delante del balón. Esta variante fue continua siendo un dolor de cabeza para el Geta, que con 4-4-2, trataba de anticipar los encares de Cesc y el brasileño Alcántara. Casi esto no fue posible porque Xavi pasó adelante por definitivo, pero el carril central seguía chispeando sensaciones de nula llegada.

Paralelo a ello se podría decir que el 4-2-2-2 trajo consigo no un sinfín pero sí degradantes transiciones defensivas. El Barça a pleno lustre, le cuesta estar dispuesto para los cambios de ritmo tan radicales. La base de 2 tenía esto. Busquets escalonando propició la anticipación de Lopo, las pérdidas de Thiago entre líneas y Tello sumándose al juego interior (mal timing). Todo ello restó coraza.

Anticipo directo del central a Busquets






Anticipo similar en plena fase de gestación



Lo que estaba claro era que Piqué, con los pasillos libres, el Barça disfrutaba. Tres o cuatro llegadas más al arco de Maño resultaron suficiente para sentenciar el favorito, pero no es bueno contemplar el 1-0 en el Coliseum. Ya en la segunda parte, permitiéndose el ataque posicional azulón, Messi ingresó para dar espacios. Entrando el argentino como 'falso 9', activó de forma escandalosa a Pedro y a Tello -que después saldría por Villa-. Cuatro o cinco transiciones ofensivas fue de sobra para el penal de Messi, su llegada al centro lateral y el enorme espacio a un Cesc Fábregas, que ante la espera rival, no fue previsible nunca.

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